Marrakech

La Medina

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Tienda de especias, Medina, Marrakech

Adentrarse en la Medina de Marrakech es una aventura que se debe experimentar al menos una vez en la vida.

El corazón se agita y durante los primeros minutos se siente algo de temor.

Lo más seguro es perderse entre la marea humana y las pequeñas calles que conducen a las tiendas, comercios y restaurantes por doquier.

Es el corazón de la historia de Marrakech y más sabiendo que a unos cuantos pasos está la plaza Jemaa El-Fna.

Visitantes y propios; ciclistas y motociclistas comparten la misma calle sin que uno se explique cómo no se estrellan.

Al pasar los minutos, empiezas a comprender que esta es la dinámica propia de la ciudad, así que el acelere y miedo se diluyen y la diversión comienza. Aprovechas para deleitar la vista y admirar el color terracota de las edificaciones.

En nuestro caso, nos hospedamos en un riad dentro de la Medina. Los riads son pequeños edificios con habitaciones para hospedar turistas. Cuentan con un patio central y terraza. Son coloridos, ordenados y con un ambiente relajado. Es una oportunidad para conocer la cultura marroquí de primera mano.

Nos reciben con un thé de menta, bebida típica de bienvenida y nos guían a nuestra habitación. Lo primero que aprendimos es a tener cuidado con la cabeza, pues ciertos pasadizos y puertas son muy bajos, así que hay que agacharse para no pegarse.

El cuerpo se relaja y es tiempo de un descanso. El riad es agradable y silencioso.

Riad en la Medina

Pasadas unas horas, el corazón vuelve a latir muy fuerte y la mente se perturba. De nuevo, nos enfrentamos a lo desconocido. Se empieza a escuchar algo. ¿Qué es? Es el imponente e impactante llamado a la oración obligatoria a través de los altavoces de las mezquitas (Islam). Los musulmanes,   deben hacer cinco paradas obligadas cada día para orar y agradecer la existencia a Allah. Los horarios están establecidos. Así que lo que escuchamos es el inicio de la oración del anochecer.

La oración se escucha en todo lado. Caes en cuenta de lo lejos que estás de casa y te haces consciente de esta experiencia como si estuvieras inmerso en una película.

Es el segundo día de viaje y queremos recorrer los zocos con mayor tranquilidad. Los zocos son mercadillos de diferente índole. Allí encuentras:  Babuchas, frutos secos, especias, hierbas, alfombras, lámparas, pieles, souvenirs, artículos de plata, teteras y artesanías, entre otros.

También hay venta de tagines de diferentes tamaños y diseños. El tagine es un recipiente típico  de barro para hacer un guiso de su mismo nombre  (Tagine) con aromas y sabores para degustar y disfrutar más de una vez.

A nuestro paso nos encontramos con edificios, museos y sitios de interés repletos de turistas.

La noche comienza a caer y empieza a emerger el humo de los puestos de comida de la famosa Plaza Jemaa el-Fna.

A lo lejos se escuchan sonidos de tambores. A nuestro paso nos encontramos con serpientes sueltas, micos encadenados, pequeñas tortugas en jaulas; contadores de cuentos, adivinos, mujeres que hacen tatuajes con Henna y vendedores de todo tipo de cosas.

Ver tanto animal cautivo nos genera tristeza e impotencia. Asi que decidimos salir de esa zona.

A unos cuantos metros, entramos a un restaurante que tiene terraza, lo cual nos permite tener una vista general de la Medina. Hemos pedido un tagine de carne con frutas, especialidad de la casa. La sazón es realmente buena. Imposible no disfrutar el pan impregnado de la salsa que ha producido este cocido.

Tagine  (carne, manzana, uvas y dattes)

En general todas las personas en la Medina son muy amables. Pero no te confíes ciegamente. Hay algunos testimonios de turistas engañados o que han sufrido robos. A nosotros no nos pasó nada y sentimos que la ciudad es segura.

De regreso hacia el hotel, nos encontramos con muchos gatos errantes y amigables.

Gato errante dentro de un palacio en la Medina

Ruta Marrakech hasta el desierto del Sahara (Erg Chebbi)

Tizi n’Tichka, Una de las rutas mas peligrosas del mundo

 Hemos adquirido un tour de tres días que parte de Marrakech y llega al Erg Chebbi (Desierto del Sahara).

 La carretera tiene las curvas más peligrosas de las que tengo memoria. Menos mal nuestro conductor es muy experimentado y respetuoso de la velocidad.

Hemos atravesado parte del Atlas, el cual es un sistema montañoso de 2400 kms que recorre el noroeste de Africa (Tunez, Argelia y Marruecos). En el caso de Marruecos, sus pobladores son los Berbères.

Gratamente hemos encontrado varias cooperativas de mujeres que comercializan el aceite de argán. También hemos visitado tiendas de fósiles, piedras, y cachivaches.

Por la ventana del carro divisamos perros errantes; niñas, niños y jóvenes con morral hacia sus escuelas; burros, cabras y mujeres cargando leña.

Nubes de polvo nos envuelven cuando pasamos por algunos trayectos destapados o en construcción.  

Al alzar la vista hacia las lomas vemos piedras gigantes suspendidas casi de la nada que pueden rodar en cualquier momento hacia la carretera.

Pero, mirar hacia abajo tampoco es un aliciente, pues lo único que observamos son los precipicios.

Poco a poco divisamos algunas casas. Son construcciones de adobe llamadas kasbahs, que forman poblados amurallados denominados Ksar (alcázar).

El guía indica que haremos una parada en este lugar y visitaremos un sitio emblemático: Ait Ben Haddou. Son edificaciones que han servido como escenario de grandes historias de la televisión y del cine. Actualmente viven allí únicamente cinco familias.  

Ait Ben Haddou

Aprovechamos para tomar decenas de fotos, pues no todos los días estás parado en el mismo lugar donde se han filmado películas y series de la importancia de : Game of Thrones, Gladiator o Prison Break.

También nos han llevado a visitar algunas tiendas donde se distinguen alfombras coloridas con formas geométricas. Nos ofrecen las famosas pañoletas para hacer los turbantes que nos protegerán la cara y cuello en el desierto.

Luego de algunas horas y a 1400 metros de altitud sobre el valle del rio Dades hemos llegado a las Gargantas de su mismo nombre.  Es una formación rocosa de color rojizo, imponente y asombrosa.

Gargantas del Dades

Tras un recorrido de tres a cuatro horas de camino, llegan a la orilla del río, mujeres y niños pertenecientes a familias nómadas que vienen a proveerse de agua. La carga será alivianada por los burros que los acompañan en esta travesía diaria. Al caer la tarde y como si fuera poco, les esperan las mismas tres o cuatro horas de recorrido, pero esta vez de regreso.

Después de un largo camino pero con la alegría intacta, las dunas comienzan a emerger en el paisaje. La emoción es indescriptible. Ante nosotros: el desierto del Sahara.

Ahora, nos muestran el lugar donde pasaremos la noche. Nos entregan nuestra tienda y salimos inmediatamente a lomo de camello para recorrer los alrededores.

Los sentidos se agudizan y el cerebro trata de enviar una explicación creíble.  Pasar de ver el desierto en películas, documentales o revistas, a estar pisando la arena del Sahara es otra cosa. La mente llega a perturbarse; es como un stress, pero por tanta belleza.

Las dunas son cúmulos de arena fina de diferentes formas y tamaños moldeados por el caprichoso viento, con colores que sólo el sol podría definir: amarillo claro, anaranjado o rojizo. 

Atardecer en el Sahara

En el recorrido hacemos un descanso el cual aprovechamos para caminar y hundir los pies en la arena. Hacer un giro de 360 grados pone en evidencia la majestuosidad de las dunas con sus perfectos filos.

Los pensamientos vienen y se van y es hora de conectarse con el mundo interior.  El ambiente huele a paz y serenidad.

El sol comienza a ocultarse y el encuentro cada vez se hace más íntimo y personal. Suspiros más profundos que de costumbre y necesidad de guardar silencio y simplemente contemplar.

El cielo continúa azul y la temperatura abriga de suave manera.

El cosmos y su energía embrujan el ambiente. Sentados en las alfombras, observamos el manto de estrellas que nos cubre.

Nuestro campamento

Caminando entre los músicos y al ritmo de los tambores, partimos para descansar en nuestra colorida tienda.

Después de dormir algún par de horas, los párpados comienzan a abrirse lentamente, pero sin que la cabeza tenga la noción de lugar ni de tiempo. Una gran sonrisa comienza a dibujarse en mi rostro cuando comprendo que aún estoy en medio del desierto.

Minutos después los guías tocan a nuestra puerta para invitarnos a disfrutar la salida del sol.  Hola astro, gracias por este nuevo amanecer.

Ahora, es el momento de alistarnos para emprender el viaje de regreso. Ya estamos a punto de subir al carro. Parados sobre la arena, y como fondo la inmensidad, agradecemos por nuestra existencia y por el objetivo alcanzado.

El morral polvoriento, las suelas gastadas y los rastros de arena anaranjada y rojiza, son las pruebas irrefutables del camino andado.

Activados nuestros sentidos, ellos se encargarán de sacudir nuestra mente y hacernos entender de una vez por todas, que no vinimos a este mundo a sobrevivir sino a vivir. Soñar en grande es vivir a lo grande.

Gracias universo, gracias a mi esposo por estos maravillosos diez años de matrimonio. Hasta la próxima Marruecos.  Inch’ Allah (si Dios quiere).

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